Un mapa físico, una ruta sin plan, un viaje por el sur de Chile. Así comienza el relato que Rafael Buchelli eligió compartir frente a miles de personas en el Antel Arena el pasado 15 de mayo, cuando fue reconocido como valedictorian de la Escuela de Postgrados. “Hay ideas que no pasan de moda”, decía el guía turístico al entregarle ese mapa de papel. Esa misma frase, sencilla y contundente, fue la que Rafael retomó para construir su discurso, en el que habló de tres ideas que —para él— perduran: la democracia, la universidad y el pensamiento crítico.
“Ese día lo disfruté desde el primer momento”, cuenta. A pesar de los nervios previos, del último click antes de enviar el discurso justo antes de la medianoche, del vértigo que da subir a un escenario frente a más de cinco mil personas, Rafael se preparó con esmero. Dedicó más de 50 horas a pulir cada palabra, trabajó junto al equipo de oratoria, retórica y estilo de la UCU, y hasta tomó un curso adicional y visitó a una fonoaudióloga. “Me sentí cuidado, acompañado. Fue un proceso muy disfrutable. Me sentí como un rockstar”, dice entre risas.
Ese cuidado también lo encontró a lo largo de los dos años y medio de formación en la Maestría en Gestión de Conflictos, Negociación y Mediación, un postgrado que define como un potenciador personal y profesional. Abogado y escribano de formación, Rafael se especializa en derecho financiero, prevención de lavado de activos y asesoramiento en el sector fintech. Fue en ese entorno —marcado por la precisión jurídica y los vínculos profesionales complejos— donde sintió que necesitaba algo más. “Tuve un caso concreto que me marcó: una pareja amiga que se estaba separando y confiaron en mí para acompañar ese proceso. Pude ayudarlos, pero supe que necesitaba más herramientas. Esa fue la señal.”
La maestría le ofreció justamente eso: una caja de herramientas bien construida, aplicable tanto a su práctica profesional como a sus relaciones personales. “Me ayudó a entender que el conflicto no es algo negativo. Es parte inherente de cualquier vínculo. Lo importante es cómo se gestiona. Y gestionar no siempre es resolver: a veces, es acompañar.”
Uno de los aprendizajes más significativos que rescata fue la apertura a múltiples perspectivas. “Yo antes veía las cosas desde un solo ángulo. Hoy entiendo que hay muchos puntos de vista posibles para una misma situación. Y todos tienen algo para aportar.” Esa apertura —dice— le permitió incorporar una mirada más empática, menos rígida, más humana.
El enfoque interdisciplinario del programa fue clave en ese proceso. Compartió aula con profesionales del derecho, pero también con psicólogos, asistentes sociales, traductores, funcionarios públicos y personas vinculadas al ámbito educativo o comunitario. “Al principio me costó adaptarme. Después entendí que esa diversidad era una riqueza. Cada uno traía su mundo, su forma de mirar, y eso nos hacía crecer a todos.” Esa diversidad también se reflejó en el vínculo con el cuerpo docente, que define como horizontal, accesible y comprometido. “Desde el primer día nos pasaban el WhatsApp. Te respondían en el momento. Había cercanía, había humanidad.”
La Maestría en Gestión de Conflictos, Negociación y Mediación forma profesionales capaces de intervenir de forma estratégica en entornos complejos, promoviendo una cultura de la paz y la resolución colaborativa. A lo largo del proceso, los estudiantes desarrollan habilidades para diagnosticar, gestionar y prevenir conflictos en contextos institucionales, comunitarios y organizacionales, desde un enfoque ético, técnico y humanista.
Rafael lo sintetiza así: “Es una formación que te da herramientas que usás todos los días. No es algo que te pones y te sacas. Lo integras. Lo llevas con vos.” Como profesional del derecho, valora especialmente cómo estas competencias lo ayudan a anticipar problemas, gestionar mejor los vínculos con clientes, colegas y socios, y brindar un servicio más completo.
Pero el impacto no fue solo laboral. “Creo que esta maestría me ayudó a crecer como ser humano. Me ayudó a mirarme hacia adentro para después poder mirar hacia afuera.” Habla de un proceso de introspección, de autoconocimiento, de desarrollo de habilidades que antes estaban en estado latente. “Fue un despertar.”
Al momento de recomendar el programa, no duda: “Si alguien está pensando en estudiar esta maestría, mi respuesta es sí. Porque te cambia. Te ayuda a ver el mundo distinto. Y eso, para quienes trabajamos con otras personas, lo es todo.”
Para Rafael, el concepto que resume lo vivido es claro: cultura de la paz. Esa fue la base teórica con la que comenzó la maestría y el terreno sobre el cual, dice, crecieron todos los aprendizajes. Una base que hoy lleva consigo, en cada decisión profesional, en cada vínculo, en cada conversación significativa.