Viajar desde Santiago de Chile a Montevideo para asistir a una ceremonia de graduación no es algo menor. Pero para Karina Toledo, estar presente en el cierre de su maestría tenía un valor simbólico profundo. Después de cursar durante dos años un programa 100 % virtual, necesitaba vivir ese momento con cuerpo y alma. “La ceremonia me pareció increíble”, cuenta. “Fue súper bonita, muy simbólica, bien organizada. En mi magíster anterior no hubo ceremonia: simplemente retirabas el título en una oficina. Esta vez fue distinto. Estaba mi familia viéndome desde el sur de Chile, emocionados con la transmisión. Para mí, fue como coronar todo el esfuerzo y el tiempo invertido.”
Karina es licenciada en Educación con formación en pedagogía en Castellano y cuenta además con un magíster en Literatura Latinoamericana. Su recorrido académico ha sido sólido desde el inicio, incluyendo experiencias previas de tesis tanto a nivel de grado como de postgrado. Pero fue la pandemia lo que marcó un antes y un después en su forma de enseñar literatura. “Siento que soy otra profesora. Hay una Karina antes del COVID y otra después. Me di cuenta de que no podía seguir enseñando literatura como se enseñaba tradicionalmente. Necesitaba nuevas herramientas. Y así fue que llegué a la maestría”.
La Maestría en Metodologías Activas de Enseñanza ofrece una formación integral, orientada a desarrollar las competencias pedagógicas y didácticas necesarias para liderar propuestas de aprendizaje activo en el siglo XXI. Dirigida a profesionales comprometidos con una educación transformadora, busca preparar a docentes capaces de diseñar, implementar y evaluar experiencias significativas y contextualizadas, sin desvincularse de la práctica real. Esta propuesta se enmarca además en la Cátedra UNESCO en Educación Híbrida.
Lo que Karina encontró en el programa superó sus expectativas. “Uno aprende las metodologías activas no solo estudiándolas, sino haciéndolas”, dice. Cursó en modalidad virtual, desde Chile, pero nunca sintió distancia. “Conocía a mis compañeros, sabía cómo trabajaban, quiénes eran. Incluso tuvimos grupos de trabajo excelentes. Había flexibilidad, pero también mucho compromiso. No era un programa frío. Todo lo contrario: te sentís acompañado todo el tiempo. Las clases eran clases de verdad. Había que estudiar, leer, investigar. Es un programa serio.”
Esa experiencia formativa transformó su práctica. Karina es profesora de literatura en enseñanza media y ha logrado aplicar lo aprendido con creatividad y profundidad. Sus clases ya no transcurren en un aula tradicional. Hoy se desarrollan en la biblioteca de su colegio, o en espacios como el Patio del Encuentro. Empezar una unidad con una búsqueda del tesoro donde el libro es el premio final, o trabajar un texto clásico como El extranjero a través de producciones en TikTok, son apenas algunos ejemplos. “Las clases son dinámicas, participativas. Hacemos lecturas grupales, cooperativas, escritura creativa, y cada estudiante puede elegir su forma de responder. El ensayo es la única evaluación escrita obligatoria. El resto son creaciones personales. Hacen fanzines, propuestas, proyectos. Eligen qué producir y cómo hacerlo.”
El programa, al ser completamente online, promueve una mayor equidad en el acceso a la formación continua, lo cual resulta especialmente valioso en un contexto como el actual, donde los docentes deben actualizarse permanentemente. Tras haber transitado la educación a distancia en 2020 como una necesidad, hoy este formato se convierte en una verdadera ventaja para quienes desean capacitarse desde cualquier punto del país o del exterior.
Pero el impacto no se quedó solo en el aula. Desde 2020, Karina lidera junto a una colega espacios de formación docente interna, donde aplican metodologías activas para trabajar temas como la comprensión lectora o el abordaje didáctico de textos bíblicos, en el contexto de la red educativa ignaciana. “He tratado de permear en el colegio con todo lo aprendido. No solo transformé mis clases, sino que también acompaño a otros profesores en ese proceso.”
Para Karina, una de las grandes fortalezas de la maestría fue su carácter integrador y flexible. “En Chile, si quieres aprender gamificación, haces un curso de eso. Si quieres evaluación, otro. Está todo separado. En cambio, acá estaba todo en una misma formación, y eso era lo que yo necesitaba.”
Cuando se le pregunta si recomendaría la maestría a otros docentes internacionales, no duda: “La recomiendo absolutamente. Es un programa serio, que exige, que acompaña y que transforma. Hay seguimiento, hay exigencia, y, sobre todo, hay comunidad.”
Al momento de elegir una frase que resuma lo que significó esta experiencia, Karina recurre a Artigas: "Sean los orientales tan valientes como ilustrados, y tan ilustrados como valientes." Y agrega: “Me parece que la maestría recoge esa tradición: ilustrarse con algo novedoso, con sentido, con profundidad. Es un programa que realmente te hace pensar y crecer”.