Los cinco megaatractores de la era (tecnológicamente) exponencial

Richard Rumelt, en su libro Good Strategy, Bad Strategy introdujo el concepto de attractor para referirse a un estado de la industria que genera un cambio sustancial y determinante en la evolución futura de las empresas. La particularidad de nuestros tiempos es que cinco atractores están colisionando al mismo tiempo. Están concurriendo los espacios hiperpersonales -todo lo queremos personalizado-, las megatendencias tecnológicas -muchas tecnologías digitales al mismo tiempo-, la agenda 2030 -preocupación social y medioambiental-, el foco en el cliente -la producción lineal taylorista ya no funciona en un mundo en el que el cliente quiere todo a medida- y la velocidad en la que un modelo de negocio puede funcionar y fallecer -los ciclos de vida se han acortado-. Un momento similar sucedió a principios del siglo XIX, con la aparición de las máquinas, el vapor, la mejora en la producción de hierro, la manufactura química, la máquina herramienta y la aparición de las fábricas. El resultado fue la Revolución Industrial. Nos centraremos en este artículo en las megatendencias tecnológicas.  

 

 

 

Muchos sectores y organizaciones perciben que la sociedad digital está generando innovaciones extraordinariamente disruptivas y cada vez más aceleradas. Generalmente los sectores más tradicionales responden a esta situación tratando de digitalizar su actividad. Digitalizar algo implica hacer lo mismo, pero en un medio digital. Es lo que sucedió por ejemplo con la aparición del CD; se digitalizó el producto de los cassettes tradicionales. Sin embargo, cada vez más se percibe con claridad que esta estrategia resulta insuficiente y la solución más temprano que tarde lleva consigo una profunda transformación empresarial. Es lo que están experimentando la prensa, los bancos, el comercio, varias áreas de la producción industrial o el marketing. La transformación es lo que trajo Spotify en el sector musical. El producto cambió; ya no pagamos por un CD o una cinta de cassette, sino que me suscribo a un servicio musical. La cadena de valor es nueva; ahora un artista puede directamente ponerse a distribuir su creación artística. Incluso un artista puede producir aquello que mi red de propietarios descentralizada me pide que haga.  

 

 

 

Las sociedades han estado siempre afectadas por las revoluciones tecnológicas del momento. Hace unos siglos, la domesticación de los caballos y otros animales, las herramientas de hierro, el arado, los fertilizantes o la imprenta, nos permitieron comenzar a vivir allí donde quisiéramos, sin tener que desplazarnos para alimentarnos. En tiempos modernos, el citado ferrocarril, las finanzas, la maquinaria pesada o el petróleo, globalizaron el mundo y nos interconectaron como nunca antes hubiéramos pensado. Muchas de las citadas tecnologías, tardaron décadas e incluso siglos en asentarse. Sin embargo, la última revolución tecnológica, la digital, lo ha hecho en muy pocos años.  

 

 

 

En los años 30 del siglo pasado, un grupo de matemáticos y lógicos (Turing, Gödel y Church) lanzaron un campo teórico que en los 70 comenzó a desarrollarse. Son tres los hitos transformadores: (1) La llegada del ordenador a los hogares y empresas de manera masiva (arrancó con el Apple II en 1977 y el IBM PC en 1981); (2) La interconexión entre los ordenadores a través de una red de redes llamada Internet (el primer navegador web gráfico que lo permitió apareció en 1993); (3) Los dispositivos y aplicaciones móviles para agilizar e intermediar las comunicaciones (el iPhone y el sistema Android aparecieron en 2007 y 2008). La diferencia fundamental de esta última revolución frente a otras radica en la velocidad del cambio.  

 

 

 

Esto ha provocado la aparición de una brecha que se abre a un ritmo exponencial. Una tecnología exponencial es aquella que, por el mismo coste, mejora en rendimiento a una tasa anual compuesta de al menos el 10%, durante varias décadas. Por ejemplo, el motor diesel mejoró muy aceleradamente en sus primeros años de vida. Luego se detuvo. Sin embargo, los microchips de los ordenadores han estado mejorando su rendimiento a tasas del 50% en los últimos 50 años. Si cambiamos de coche cada 10 años, veremos que la eficiencia del motor en consumo de gasóleo ha mejorado alrededor de un 10%. Si cambiamos de ordenador cada 10 años, veremos que su potencia de cálculo se ha multiplicado por 60. 

 

 

 

La exponencialidad que describíamos al comienzo se ha expandido a cuatro dominios de la tecnología, que, en conjunto, conforman la base de la economía global: computación, energía, biología y manufactura.  

 

 

 

En 1958, Fairchild Semiconductor vendió 100 transistores a IBM por 150 dólares cada pieza. En 2014 el precio de un transistor había caído a una mil millonésima parte de dólar. En 1945 había un único ordenador en el mundo (el que usaba Alan Turing en Bletchley Park). Sesenta años después había más de cinco mil millones. Esta computación barata y rápida ha traído incluso un sistema monetario nuevo. Bitcoin es considerada la primera Decentralized Autonomous Organization (DAO) plenamente funcional. Es también la red de computación más potente del mundo. Una red autónoma y que se coordina empleando un protocolo de consenso distribuido. Ethereum, a su vez, es la primera que ha creado una DAO para ofrecer sistemas de contratación que cumplan ese rol sin jerarquías (notarios, registradores, etc.). Todo esto genera un nuevo ecosistema de confianza y la explosión de las finanzas descentralizadas. Pero el mundo se está descentralizando sobre cadenas de bloques (blockchain) que cambiará muchas formas de cómo nos relacionamos y cómo contratamos, vivimos, etc. La web 3.0 o descentralizada, que va más allá de Bitcoin, será una en la que ya no solo crearemos, sino que también poseeremos activos digitales. Habrá museos con activos digitales de una red de personas. Y, habrá artistas, que decidan crear obras a partir de lo que sus “accionistas” quieran. Botto, un artista descentralizado y autónomo gobernado por la gente, es un ejemplo de ello. 

 

 

 

En noviembre de 2021 salía a bolsa la empresa más grande desde Facebook: Rivian, un fabricante de vehículos eléctricos. Hasta octubre de 2021 solo había entregado 156 unidades de su Rivian R1T. Con una valoración de 86.000 millones de dólares superó a mitos como Ford o General Motors. Tesla, cotiza casi a un trillón. Es evidente que el mundo energético está viviendo tiempos de cambio, sin apenas haber arrancado aún la exploración del hidrógeno. Entre 1975 y 2019 el coste de la solar fotovoltaica ha caído 500x. La mayor parte de esa caída se ha producido en la última década. En 2010, el coste de producir electricidad con paneles solares era aún 10x más caro que con energías fósiles. En Octubre de 2020, el coste de generar energía solar en plantas de gran escala ya era menor que el coste de producirla en plantas de gas de ciclo combinado (las más eficientes entre los combustibles fósiles). Por su parte, el coste de las baterías de ion de litio ha caído un 19% al año durante toda la década de los 2010. Son la base de las baterías de los vehículos eléctricos.  

 

 

 

La primera secuenciación completa del ADN humano se completó en junio de 2000. El coste fue de unos 500 millones de dólares. En agosto de 2019 el precio cayó a 942, 100.000x menos. En marzo de 2020, la empresa china BGI anunció que podía secuenciar el genoma humano por 100 dólares. La genética sólo es una de las partes de la revolución biotecnológica. La biología sintética es otra de las áreas con más impacto. Algunas estimaciones calculan que en 2040, el 60% de las materias primas podrían ser producidas biológicamente. 

 

 

 

Desde la época del Homo Sapiens, nuestros procesos de manufactura han sido principalmente sustractivos: comenzamos con un bloque de material y quitamos lo que sobra hasta que le damos la forma deseada. Pero las tecnologías digitales nos han regalado la manufactura aditiva o impresión 3D. Ofrece la misma precisión, pero sin desperdiciar material. Si la revolución industrial trajo el consumo de las élites, el modelo T de Ford el consumo de las masas (con el abaratamiento de precios), ¿serán las impresoras 3D las que traigan el consumo de los individuos? Haces tu propio diseño (o lo compras), y te lo fabricas en casa por adición de materiales. La urbanización que originó la creación de fábricas en ciudades pudiera ver la tendencia opuesta ahora. Las ventajas comparativas de la fabricación con mano de obra barata de Oriente mitigada. La normativa de propiedad intelectual teniendo que ser rediseñada. La servitización de la industria, facilitada. 

 

 

 

El desarrollo digital es inevitable. La automatización de los procesos físicos -vía la robotización- y los mentales -por la inteligencia artificial-, están viviendo su era dorada. Los humanos siempre mantendremos el monopolio de ciertas cuestiones: la creatividad, la interacción compleja con objetos y humanos (especialmente importante en un país de servicios), etc. Pero habrá otras cuestiones en las que los robots nos superarán. Básicamente, porque son mucho mejores repitiendo tareas rutinarias (no se cansan, no duermen, etc.).  

 

 

 

Mientras tanto, es evidente que tenemos una brecha exponencial derivada de nuestra incapacidad de adaptarnos. Quizás sea momento de entender el orden de magnitud del cambio. 

 

 

 

Alex Rayón Jerez  

 

Diciembre, 2021 

 

 

 

Artículo escrito originalmente para el Libro Anual de la empresa B+I.  

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2022-08-19T21:18:00